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Devoración

Nadie a quien gritarle. El hueso encuentra calidez en la lamida del perro. La mugre surfea las canaletas de esas baldosas que tan horriblemente embellecen el paisaje de la vereda. Y sigue sin haber nadie. Nadie con quien contar hasta diez. Nadie con quien contar hasta las diez. La manzana gira sobre el eje de una de sus esquinas y la puerta de un local me come entero. Entonces a las diez aparece ella detrás de ese mostrador, en plenas fauces de la criatura que acaba de devorarme. Ella es la campanilla de la bestia. Su voz resuena por todos lados, y habla música. Mucha música que no llego a abarcar. La escucho a ella o escucho la música, las dos cosas me resulta imposible. Pero son inseparables, ése es el problema. Asiento a todo y le digo que muchas gracias por todo. La criatura me escupe fuera de sus entrañas y todo sigue su curso bajo las suelas de mis zapatillas.

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